A la mierda

Artículo para la edición en papel de la revista Yorokobu de marzo de 2014, que también publicaron en el web.

El excremento del Emoji no son las deposiciones de un pajarito exótico del Japón, sino la conocida mierda sonriente con ojos del WhatsApp, y está sobrevalorada.

Cuando hacemos tap en el botón de iconos del WhatsApp aparece allí, en primer plano. Pretenden que tardemos poco en pensar ¡oh, que atrevida! Pero no, el concepto “cagada audaz” es un oxímoron de la categoría de “fuego amigo”, “ángulo recto” o “besito enorme”. A ver, ¿porqué la mierda tiene ojos pero no la berenjena? Y además sonríe. No sucede con ninguna verdura, pero tampoco con las frutas: no hay ojos ni sonrisa en la fresa, ni en el melocotón, la naranja, las fresas ni el plátano. Millones de adultos que crecieron con los Fruitis, ahora no pueden expresarse en WhatsApp usando a Mochilo, el plátano canario equipado con una mochila mágica, porque los autores de esos iconos lo dibujaron pelado y sin ojos. ¿Mochilo ha muerto? ¿Es eso lo que quieren decirnos? Mochilo sí era audaz, y no esa mierda impostora.

Tenemos que reconocerlo: Ni tú ni yo supimos usar jamás el zurullo con ojos sin meter la pata, y eso mina nuestra moral. Cuando lo enviamos, el grupo de chat enmudece. Nos resignamos a pensar que en realidad es una forma de perdonarnos en vez de echarnos –o bloquearnos. Los tipos que dibujaron esos iconos quisieron acabar con nuestra niñez matando a Mochilo, pero no fueron tan crueles como para incluir bolas rodantes del oeste, o nos las dedicarían todas cada vez que nos da por usar la boñiga sonriente. Sólo el cuñado sabe usar esa mierda con gracia (tenía que decir eso) desde su móvil con gigas infinitos y núcleos bisiestos; sí, el que compró la semana pasada mientras encargaba el modelo de siguiente generación a mitad de precio y sin hacer cola.

Es lo que hay.

Esos iconos del WhatsApp se llaman Emoji y son un invento japonés. Mis fuentes informadas (o no) dicen que forma parte de un complot gestado durante la recuperación del imperio nipón tras la Segunda Guerra Mundial. Primero fueron transistores, luego los relojes, también las cámaras fotográficas, más adelante los móviles y con ellos los Emoji. Ése era el objetivo: conseguir que toda la humanidad se exprese usando su iconografía. ¿Porqué hay sushi y no paella? Y luego una bailarina flamenca. Sí, claro. Primero se cepillan nuestra gastronomía –junto a Mochilo– y a continuación intentan despistar. ¿Porqué hay hasta cuatro altavoces distintos, tan japoneses, pero ninguna fregona, el invento español más universal? Y una piruleta en vez de un chupachup. ¿Quién envía el mohái de la Isla de Pascua? ¿Para qué?

Están ahí para confundirnos y el más peligroso de todos es la mierda sonriente con ojos, esa impostora amiga del cuñado que se ha introducido sutilmente en nuestras vidas para arrastrar tras de sí un ejército de iconos que intentan destruir nuestra cultura. A la mierda. Cuando os las envíen contestadles con berenjenas, eso les desconcertará.


Foto: Jon Olav Eikenes.

Emoji, Emoticons, Fruitis, Merda amb ulls, WhatsApp, Yorokobu

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