Pablito

Literatura

Esta imagen circula por la red social X:

Un par de semanas atrás, y también en X, vi el artículo How millennials learned to dread motherhood (Cómo los millennials aprendieron a temer a la maternidad).

Ambas cosas, unidas, me inspiraron un relato breve de ficción:

Pablito

A los treinta y tres ella conocerá alguien, también freelance. Se llamará Pablo.

Vivirán juntos a partir del sexto mes después de haberse conocido.

Seguirán sin poder ahorrar nada, pero pensarán que juntos, en un proyecto común y uniendo talentos, tendrán posibilidades de ir a más.

Tres años después, tendrán un hijo.

Cuando Pablito nacerá, su padre tendrá una oportunidad de trabajar a tiempo completo. «Los bebés vienen con un pan bajo el brazo, se dirán».

¡Qué suerte!

Simplemente sucederá. Podría haberle sucedido a ella, pero le sucederá a él.

Azar.

Él no trabajará en casa como cuando era freelance. No estará tanto tiempo con Pablito como ella, pero aportará estabilidad económica a la familia.

Ella continuará siendo periodista freelance. No a jornada completa, trabajando 10 horas cada día, porque estará más tiempo con Pablito.

No perderá el hilo del oficio, sus contactos. Lo importante será no preocuparse por la rentabilidad de su trabajo sin perder visibilidad.

Networking sin pausa.

Pablito estará todas las mañanas en la guardería y comerá allí. Por la tarde, cuando esté en casa, reclamará la atención de mamá. La agobiará que Pablito dependa tanto de ella.

Ella dirá que no es feliz.

Mamá echará de menos su trabajo a tiempo completo. Pagaban poco, no obstante le encantaba.

Era vocacional.

Además, se sentirá sola. Antes, cuando los dos eran freelance, él la acompañaba en sus dudas y le ayudaba a encontrar trabajos y clientes. Era por aquello de que, juntos, podían llegar más lejos.

Ella se lo reprochará:

—¡Eres egoísta, como todos los hombres!

Él, confundido, se defenderá. Le dirá que hace juegos de manos para estar el máximo de tiempo en casa. Que cuando llega, se hace cargo de Pablito, de la cena y de todo lo que esté por hacer.

Ella no le escuchará, porque ese no será el problema que emana de una profunda nostalgia de la época que cada día trabajaban para, juntos, llegar más lejos. No ahorraban, pero eran felices.

Al darse cuenta de que ella no le escucha, él hará propuestas desesperadas:

—¿Dejo mi trabajo para estar en casa todo el día cuidando a Pablito?

Sabrán que sería peor, y la propuesta absurda no se llevará a cabo.

Pero ella no será feliz.

Solo volverán a ser felices cuando salgan de viaje sin Pablito. Él no comprenderá como algo tan deseado, un hijo, ha provocado tanta desilusión. La culpa no es de Pablito.

Él sabrá que su empresa tiene los días contados. ¿Qué sucederá si el próximo trabajo le ocupa todavía más tiempo? Es lo que hacen los otros candidatos con su mismo perfil. No será competitivo.

Empezará a sentir más estrés y ansiedad que nunca.

Engordará. Mucho.

Quebrará la empresa donde él trabaja.

Descubrirá que a los 50 es difícil encontrar trabajo.

Las pocas ofertas que aparecerán estarán lejos; haría falta mudarse o estar fuera de casa toda la semana.

Volver a ser freelance será un problema porque él sí que salió de su oficio. Además, su sector como freelance ha cambiado una barbaridad.

Entre el trabajo de freelance de ella y el paro de él, no llegarán a final de mes.

Él aplicará, otra vez, la máxima de que juntos llegarán más lejos. Buscará cómo ayudarle a reinventarse, porque creerá que ella es buena en su trabajo y tiene muchas posibilidades de triunfar. 

Pensará que, en la ocasión anterior, la oportunidad de tener un buen trabajo fue para él, pero que la oportunidad ahora podría ser para ella.

Se lo dice. La anima.

Él creerá que podrá satisfacer aquello que ella le reprochaba, cuando le decía que se sentía sola porque él, estando fuera de casa, no la acompañaba en sus dudas ni le ayudaba a encontrar trabajos y clientes.

—¡Eres egoísta, como todos los hombres!, le decía.

Él le ayudará a reinventarse.

Ella encontrará trabajo en un sector emergente. Tendrá un sueldo que doblará el que él tenía.

Trabajará en remoto. Les parecerá ideal porque no tendrán que mudarse ni ir a la oficina cada día. Como cuando eran freelance y felices.

Ella necesitará ayuda con su nuevo trabajo. Él usará su experiencia, en grandes organizaciones, para ayudarla a moverse, a relativizar los problemas, darle confianza y superar el síndrome del impostor.

Cada día se moverá mejor sola. ¡Bien!, pensará él.

Ella no querrá a Pablito en casa porque la interrumpirá.

Pablito no entenderá por qué mamá no quiere estar con él. Papá no podrá retenerlo cuando él quiere estar con mamá. La mamá es la mamá, no por roles, sino por vínculos afectivos diferentes.

Pablito sentirá ansiedad. Tendrá berrinches intensos como resultado de la confusión y la angustia emocional.

Él se negará a pasar horas sentado en un parque con Pablito, porque eso le deprimirá.

A Pablito tampoco le gustará, el parque. Preferirá estar con papá y mamá en casa.

En casa, mamá será cada vez más exigente con lo que papá hace con Pablito:

—¡Nada de pantallas ni videojuegos! Jugad al parchís.

Papá se hundirá, poco a poco, pensando que debería tener la independencia económica que buscó para ella. Dirá que necesita más tiempo para reinventarse y encontrar su futuro.

Mamá decidirá contratar comedor, actividades extraescolares y canguro para Pablito. Se lo reprochará a papá:

—Tengo que pagarlo yo porque no cumples tus obligaciones como padre.

Papá dirá que no quiere, cada día, entrar a la cocina a las 12 h, ir a buscar a Pablito a las 13:30, terminar de comer a las 15 h, salir de casa hasta las 18:30 para no molestar a mamá, bañar a Pablito, que mire la tele mientras papá prepara la cena, cenar y a las 21 h a la cama.

Papá se niega porque él nunca le impuso que renunciase a su futuro profesional hablándole de «sus obligaciones como madre». Jamás le dijo qué tenía que hacer con Pablito, como si mamá fuese una canguro a las órdenes de papá. Nunca papá dejó de hacerse cargo de la economía familiar para evitar ninguna presión económica sobre mamá.

Mamá le exigirá la mitad de los gastos domésticos recurrentes por «no cumplir con tus obligaciones como padre». Sin ingresos, estará a punto de quedarse sin ahorros. Tiene ataques de ansiedad.

Cada día papá hará más cosas mal, según mamá. Y papá se hundirá más y más. Mamá le dirá, regularmente, que cada día vale menos.

Él se resistirá e intentará razonarlo.

Ella rechazará sus razones.

Papá se desesperará porque se sentirá deshumanizado. Sospechará que la deshumanización es el paso previo a la expulsión.

En una de tantas discusiones, ella lo echará de casa porque estará cansada de sus confrontaciones.

Cuando a mamá le preguntarán por qué no se separó antes del hombre que no cumplía con sus obligaciones, dirá que lo necesitó como sustento económico. Pero ahora tenía un buen trabajo y ya no lo necesitaba más.

Papá piensa, cada día, que Pablito merece algo mejor. No puede estar con él, porque no tiene hogar. No puede pagarlo.

Todos los martes, papá va a buscar a Pablito a la escuela. Deambulan por la calle, porque a Pablito tampoco le gustan los parques.

Pablito no entiende por qué papá no va a casa con él, como sucedía cuando, juntos, pensaban que podrían llegar muy lejos.

economía doméstica, familia, maternidad, paternidad, trabajo

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