El podcast es para poner contexto a la tecnología digital mientras vamos hacia un nuevo periodo: el Bitolítico. Permitid (o no) la autocita:
Conseguir que sistemas digitales exponenciales –según la ley de Moore– vean, escuchen, huelan, toquen y saboreen no es sólo una revolución industrial —es cambiar de periodo.
—En la página ‘autor’ de este sitio web
El registro es de tecnooptimismo. Tengo un par de motivos para intentar transmitirlo:
Sin tecnooptimismo nunca se alcanza la disrupción
Las novedades digitales suelen ser muy deficientes en las primeras versiones. No es fácil aguantar las críticas y el pesimismo de los primeros años. Quien resiste, tiene un premio bastante importante: la disrupción. Su producto digital triunfará y desmonetitzarà la competencia analógica, como ocurrió con la cámara fotográfica digital. O quizá introducirá una nueva manera de hacer las cosas, como está sucediendo gracias a la secuenciación del genoma.
Craig Venter, uno de los principales investigadores del Proyecto Genoma Humano, recibía llamadas de sus amigos y compañeros de profesión pidiéndole que lo dejara correr, porque provocaba vergüenza ajena. El proyecto había comenzado en 1990 con un presupuesto de 6.000 millones de dólares. Estaba previsto que terminara el 2005, pero en 1997 sólo había conseguido secuenciar un 1% del genoma humano. Fue cuando todo el mundo creía que había fracasado y empezaron las llamadas de los expertos; “Salva tu carrera”. Sólo uno, Ray Kurzweil, dijo que el 1% en realidad era la mitad. Sólo Kurzweil tenía presente que la tecnología digital es exponencial y que llega un momento que vuelve disruptiva. El Proyecto Genoma Humano, previsto para el 2005, estuvo listo en 2003.
Sin el optimismo de Kurzweil y Venter, ¿tendríamos hoy el genoma humano secuenciado? Si es que sí, ¿cuántos años habríamos perdido?
En 2019 aún no se ha terminado la lucha contra el pesimismo en torno al genoma: ahora se trata de conseguir que baje el precio. En 2003 costaba 150 millones de dólares, en 2015 pasó de 4.000 a 1.500, pero ahí se ha quedado. Si costara menos de 100 dólares –como un análisis de sangre– podrían convertirse en rutina –como los análisis de sangre– y crearíamos un ‘dataset’ genómico esencial para la investigación en genética y ‘deep learning’. Si lo conseguimos, los tratamientos médicos serán software y estarán profundamente personalizados.