Cada vez que oigo decir ‘transformación digital’ recibo una pinzamiento al prana. Tendríamos que hablar de la inmersión digital.
Está muy extendido y lo dicen grandes profesionales. Lo encontrarán en cientos de propuestas de servicios y presentaciones: ‘Transformación digital’.
¿Transformarse?
¿En qué?
Si tecleo en el buscador de Google «transformarse en», el primer que suggereix és ‘vampir. De acuerdo, no referimos a la ‘transformación digital‘. ¿En robot?
¡NO!
La mayoría estamos contentos con lo que somos y cualquier transformación nos da más pereza que resintonizar la TDT. El concepto ‘transformación digital’ no ayuda porque invita al inmovilismo.
Lo comprendo, porque viene del inglés y allí no tienen claro un concepto nuestro, que los catalanohablantes conocemos bien, y que encuentro que lo describe mejor: inmersión.
Immersión
Propongo que hablemos de inmersión digital.
Si tecleo en el buscador de Google «immersión» inmediatamente contesta con ‘inmersión lingüística’.
La inmersión lingüística es la exposición intensiva a una segunda lengua, viviendo en una comunidad que la hable de forma habitual, con el fin de aprender más rápidamente y alcanzar así el bilingüismo de los aprendices —Wikipedia.
Esto es a lo que me refiero.
Connota enriquecimiento. No nos transformamos en nada –porque somos los mismos– pero después de la inmersión lingüística podemos explicar y transmitir el mundo en un idioma adicional. Somos más sabios, más aptos, más eficaces.
Después de la inmersión digital aprendemos a explicar el trabajo –y el mundo– de otra manera: la digital. Somos más sabios, más aptos y más eficaces.
Si podemos explicar el trabajo y el mundo en digital, no paran de salir nuevas historias: conocimientos, servicios, clientes, experiencias.
Pensamiento lateral
El mayor beneficio de la inmersión es que estimula el pensamiento lateral.
Si sólo nos transformamos, posiblemente continuaremos haciendo lo mismo, pero transformados en otra cosa: los libros digitales de editoriales transformadas parecen demasiado a los de papel.
La inmersión en otra lengua nos hace explicar el mundo de otra manera, lo que obliga a ejercitar el pensamiento lateral. Por ejemplo: en el Principado hacen «el pino», en Madrid «la vertical» y en Mallorca «s’ullastre desramar». Hizo falta bastante imaginación para decir lo mismo de formas tan diferentes. Un mallorquín transformado en madrileño diría «hacer el acebuche escamondado» y no tendría mucho éxito en la capital de la Corte.
Sólo la inmersión lingüística permite no expresarse mal y entender profundamente porque. Al hablar ‘digital’ pasa lo mismo.
Si os fijáis bien, hay muchas coincidencias entre la inmersión lingüística y la digital. No es tan difícil.
O sí.
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Imagen: Gerd Leonhard.