No siempre es fácil razonar y para eso existen las religiones. Uno de sus ingredientes imprescindibles es el eslogan, una cosa fácil y que no requiere pensar demasiado. Suena bien. Es aparentemente hermoso. Quien se atreve a ponerlo en duda –porque piensa– es presuntamente (subrayo presuntamente) todo lo contrario: ni amante de lo hermoso ni agradecido ante lo que suena bien. Es incómodo. Si resulta pesado, entonces es un apóstata. Las defensas religiosas están muy calculadas porque son muchos siglos de experiencia.
Pero la religión está en crisis. En el 2011 casi nadie publica ningún eslogan religioso en las redes sociales. Pero no hace falta: existen miles –quizás millones– de aforismos sustitutivos. Las redes sociales están llenas de ellos. ¿Es la crisis? Quizás sí. Puede que sea la necesidad de apoyarse en cosas fáciles que no requieran pensar demasiado y que suenen bien. Algo que sea hermoso ante tanto nubarrón. Es la religión 2.0.
En Facebook, Twitter y Google+ crecen como hongos los aficionados al aforismo. Primero eran frases escritas, luego evolucionaron a ilustraciones con texto –incluso escrito en Comic Sans, cómo no. Posiblemente de los mismos autores de los powerpoints. Quienes los publican intentan, posiblemente de buena fe (dije fe aposta) calmar nuestras desdichas fruto de la crisis del ladrillo. Quizás de un amor no correspondido. O de esta familia que nos tocó sin querer. De una enfermedad. Las frases suenan tan bien, son tan hermosas, que nadie debería contradecirlas.
Está tan feo contradecirlos que algunos creyeron que tenían éxito. Cayeron muchos «me gusta», docenas de comentarios, retuits a mansalva. Tanto éxito les hizo ver que tenían una misión. ¡Qué grande! Y no pudieron resistirse. Se convirtieron (usé la palabra convertir sin querer) en emprendedores. Han creado empresas (perdón, quise decir proyectos) de ayuda a la sociedad. No, mejor a la humanidad. Mejor todavía: las personas –eso sonó perfecto. La palabra sinergia lo preside todo. Sus eslogan se basan en aforismos. ¿Quién puede oponerse a algo que suena tan bien, que es tan hermoso, como esta cosa tan generosa, tan dulce, tan desprendida, tan empática, tan… (terminé los calificativos) de ayudar a los demás? Nadie. O sí.
Hay quien resulta molesto. Siempre existieron. Desde Mikołaj Kopernik , que se empeñó en que nuestro planeta no era tanto, hasta Charles Darwin, que nos metió en la médula familiar esa cosa peluda que llamamos mono. No suena bien, no es hermoso. ¿Que harán los aspersores de aforismos al poner en duda esas frases que suenan bien y son tan hermosas? Depende. Si se sienten «maestros» quizás ni contesten. ¿Para qué perder el tiempo? Están ocupados en reflexiones más elevadas –léase buscando el siguiente aforismo en Wikiquote y aledaños. Como «maestros» intentan transmitir paz y sabiduría. Quizás os digan, simplemente, que la frase es buena y que reflexionéis. Puede que añadan otro aforismo porque tienen suficientes recursos para encontrar frases similares talmente un teólogo conecta cualquier parágrafo de la Biblia con otro. Pero en cualquier caso no perder demasiado tiempo en debates es la máxima del maestro. Si usaran un «en verdad os digo» antes de cada sesión la cosa estaría mucho más clara, pero esto les daría un aire cristiano que hay que esquivar: la mayoría simpatiza con el budismo. Luego están los «discípulos». No tienen tantos recursos ante la crítica y quizás se sientan molestos. Al fin y al cabo ellos sólo repiten lo que les gustó sin pensar y ahora queréis que piensen, vaya plastas que sois. En cualquier caso (maestros o discípulos) la ventaja frente a la religión tradicional es que no suele haber consecuencias contra los detractores, que sólo acabarán ignorándoos; hoy nadie cree en el recurso fácil del infierno de fuego.
Tanto da que el la crítica del opositor esté basada en la psicología (*), que es una ciencia científica que intenta explicar los procesos psíquicos. O de la especialidad médica de la psiquiatría que estudia las enfermedades mentales. Quizás el aforismo en cuestión ni tan solo roza la esencia de un importante trastorno de la personalidad que provoca un desequilibrio analizado científicamente que impide la satisfacción y alegría –eso que llamamos felicidad. Pero es igual; resulta demasiado complicado entrar en esas materias. Hace falta estudiar muchos años y asumir que todo es muy complejo. Y además es relativo –relatividad, que tremenda palabra para ellos. Los aforismos son más fáciles. Tienen mucha más música. Es más fácil decir que nuestro planeta es maravilloso y que el Sol gira a nuestro alrededor. Y quien no crea algo que suena tan bien, y que es tan hermoso, que se pudra en la indiferencia que nutre el pozo de los apóstatas.
Es la religión del aforismo. Religión 2.0 de la que las redes sociales van repletas. Debe ser la crisis. O no.
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(*) Existen psicólogos licenciados que también son reproductores sistemáticos de aforismos en las redes sociales. Sólo puedo decir que su profesión debería estar tan avergonzada de ellos como lo estamos algunos informáticos del Windows.