DATABASE at Postmasters, March 2009 by Michael Mandiberg / CC BY-SA

La ética de las copias y los bloqueos publicitarios presuntamente inmorales

No puedo criticar a nadie por usar copias ilegales de programas privativos ni obras sujetas al copyright clásico. Tampoco puedo hacer reproches por utilizar software que bloquee la publicidad en internet, y esto afecta mi bolsillo a través de Menéame.

Hay quien dice que sus copias no respetan la moral, y tiene razón.

Parto de la base que prefiero la ética a la moral. La ética intenta razonar las cosas, y la moral pide cumplir normas. Son tan diferentes –aunque suelen confundirlas– que el razonamiento ético puede incluir la posibilidad de saltarse la moral establecida.

[…] la Moral dicta las normas y criterios de actuación y la ética trata de fundamentar racionalmente dichas normas y criterios —Monografias-punto-com

Mi razonamiento ético personal dice que las licencias morales de software privativo son perjudiciales. Que el copyright moral está desfasado y necesita una profunda revisión.

El copyright clásico llegó hace 204 años por un motivo tecnológico: la imprenta. La industria a la que dio lugar es tan potente, y puede hacer tanta presión ante los gobernantes, que no podemos adaptarlo al ultimo salto tecnológico (internet) aunque sea mucho más importante que la imprenta que lo motivó.

No es ético dejarlo todo tal como está. Pero es moral.

Las licencias de software privativo son perjudiciales por varios motivos. Prohíben leer código y aprender. Si consigues leer algo, no podrás usar nada de lo que aprendas.

Sólo puedo recordar prohibiciones similares en religiones y sectas fundamentalistas.

Es verdad que poca gente sabe leer código, pero no es relevante; el desconocimiento de la mayoría no debería limitar toda la sociedad. Tu vecino sí sabe leerlo –cada vez más gente sabe– y puede aprender.

Mucho, además.

Si alguien alrededor tuyo puede leer y aprender cosas nuevas, toda la comunidad se beneficiará a medio y largo plazo.

Hace siglos que los monasterios dejaron de limitar el acceso a la lectura, al conocimiento, pero a pesar de la lección de esa experiencia negativa, todavía hace falta explicar los beneficios relacionados con la libertad para leer.

El software permite crear herramientas muy útiles para la comunidad. No puedo admitir que esté prohibido hacer copias. Son muy fáciles y su coste es cercano a nada. Creo que los autores de software deberían buscar ingresos con fórmulas diferentes a cobrar por copias –licencias, le llaman. Muchas economías han sabido adaptarse a la ética mayoritaria: no está penalizado ayudar a los demás pasándoles fuego, a pesar que perjudica a los fabricantes de mecheros.

Si existiese una máquina de copiar pan con un coste tan bajo como el de copiar bits, ¿te parecería bien que estuviese prohibida para proteger a los panaderos?

Mi ética está razonada. El bien colectivo está por encima del privado. Puede parecerte comunista, pero también es liberal: si no quieren comprar tu producto no les obligues. No te saques de la manga restricciones de uso artificiales, ni normas morales interesadas, antiguas porque tú te niegas a evolucionar con la tecnología.

Por todo eso –y más reflexiones que superan el tiempo que tengo para escribirlas– creo que las licencias de software privativo y el copyright clásico perjudican gravemente la sociedad.

Y les maldigo.

Apenas puedo hacer nada más.

Sí, decirlo.

Y mientras tanto, tengo claro que no puedo criticar a quien haga copias ilegales de software privativo. Tampoco a quien se salte ninguna licencia restrictiva ni caduca para aprender algo. Ni un copyright pensado para las nuevas tecnologías del 1710.

El software privativo es mayoritario; tenemos que aceptar la realidad. Por cada Gimp libre en producción, hay docenas de Photoshop privativos en marcha. Por cada Inkscape libre hay demasiados Illustrator privativos acaparando la creatividad de miles de personas que necesitarán ese programa para seguir creando.

Es casi imposible ser arquitecto sin pagar licencias de AutoCad. Me entristece, porque la mayoría de arquitectos que conozco son personas profundamente humanistas, concienciadas, sensibles, creativas, inteligentes e incluso irreverentes que rechazarían un trabajo que les obligara a calzar sólo una marca de zapatos y sólo esa y ninguna más.

Además de un Renault Capture para visitar las obras.

C-a-p-t-u-r-e.

Y cuidado en usar otro, o ir en transporte público.

Pero en software se lo dejan hacer.

Es todo lo moral que queráis pero no es ético. Y me da asco. Muchísimo asco.

Es repugnante.

Mi ética no puede aceptar esa moral.

Por eso, no puedo criticar a nadie que use copias ilegales de software privativo.

(Y diría que ya he repetido demasiado esa idea)

Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón –Anónimo

Además, entiendo que los informáticos sean más propensos a copiar ilegalmente todo lo que les pase por delante. Ellos saben leer código, pero lo tienen prohibido en las licencias de software privativo. Los informáticos saben el valor que tiene poder leer código. Haber hecho una carrera que incluye la asignatura de sistemas operativos, pero no poder ver ni modificar nada del sistema operativo más popular, el Windows, es ideal para hacer que te sientas frustrado. Y para que tanto te den los intereses de los autores de software privativo. De paso, a los políticos analfabetos digitales que aprobaron las leyes morales que les apoyan desde su iPhone rebosante de restricciones.

Lo entiendo y lo comprendo, pero no lo comparto. Por eso, escribo esto usando sólo software libre. Desde 2002 mis portátiles y ordenadores de escritorio usan sólo software libre. Por motivos éticos dejé de trabajar en nada que exigiese software privativo.

No puedo criticar a quien no pueda liberarse porque sé que no es fácil. No acusaré de inmorales los que hacen copias ilegales de software privativo, porque les entiendo y comprendo. Sólo les animaré a buscar la forma de usar más software libre.

La publicidad en internet

En el primer parágrafo dije que no puedo hacer reproches por utilizar software que bloquee la publicidad en internet, y esto afecta mi bolsillo a través de Menéame. Hay una coincidencia en los motivos para comprender las copias de software privativo: el abuso.

Cuando alguien abusa de los demás, no puede esperar condescendencia. Esto es así, y cualquiera lo sabe porque es muy humano. Creo.

He visto lugares absolutamente ilegibles por culpa de la publicidad. Nadie puede leer un artículo profundo (e incluso superficial) mientras dos pelotas botan, una a cada lado, para anunciar la liga en no recuerdo qué canal de TDT.

Entiendo y comprendo que haya quien bloqueó esa publicidad, porque ha abusado de su confianza demasiadas veces. Ya son años de insistir con la misma táctica, cada vez más invasiva, y han conseguido asquear incluso las ovejas de Teresa de Calcuta.

Te atrajeron con un titular, pero no podrás leerlo porque las putas pelotas no paran de botar. Es un fraude. Te sientes estafado. Como se siente el pez que acaba de morder el anzuelo. Te escapas, pero la experiencia queda. ¿Y te llaman inmoral porque en lo sucesivo evitas más anzuelos?

Ya.

No es ético.

No puedo criticar a nadie que bloquee la publicidad en internet, porque antes abusaron de él. Y tenemos lo que nos hemos buscado.

Ni más ni menos.

Luego sucede que lo pagamos todos y es difícil mantener la parada. En Menéame nos perjudica. Sucede a pesar de ser muy cuidadosos con los abusos y jamás permitir publicidad que tenga más peso que el texto. El año pasado hemos rechazado 50.000 Eur en campañas invasivas. Y hemos perdido 10.000. Tendríamos 40.000 para hacer cosas nuevas.

No están porque no deben estar, punto. Olvidados.

Nos perjudica pero no puedo criticar a nadie por no ver publicidad. Sólo puedo trabajar para encontrar fórmulas de financiación que no tengan nada que ver con la publicidad. Le damos vueltas desde hace mucho. Si no damos con ello, es que no hemos sabido más. No somos ni seremos víctimas de la inmoralidad de nadie.

Cuando no te compran, nadie es víctima de la inmoralidad de nadie.

¿Víctima de que tus clientes no sigan las normas y criterios que tú dictas? ¿Quién te crees que eres?

Sólo tenemos éticas dispersas.

Se concretan razonando un poco más.

A fuego lento.

Poco a poco, sin prisa.

La respuesta ética a casi todo suele estar en no darse demasiada importancia a uno mismo.


Foto: Michael Mandiberg.

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